Una reforma fiscal valiente es posible

Lo valiente es un impuesto sobre la Renta más plano, lineal y socialmente justo. Cuando supe que el Gobierno había encargado un informe a expertos sobre la reforma fiscal me pregunté si después de estar ocho años en la oposición y dos gobernando aún no sabían qué política fiscal aplicar, cuando precisamente esta es fundamental para la recuperación económica. La verdad es que hasta ahora el Gobierno ha demostrado que su principal objetivo era recaudar, dañara lo que dañara al crecimiento y al empleo, movido por la ansiedad que generaba un Estado al borde de la quiebra. Así, puede apuntarse la medalla de haber deteriorado más la situación económica y retrasado la recuperación, en la que cree ahora pero, sin duda, ni creía ni vislumbraba hace no mucho. Si hasta ahora la política fiscal no ha hecho sino enfriar la economía, echar trabajadores al paro e incrementar la economía sumergida por las salvajes subidas de impuestos en un momento de todo tipo de dificultades para los contribuyentes, es evidente que el PP tiene que reconciliarse con sus electores y con el resto de españoles si no quiere volver a la oposición más temprano que tarde. El innecesario informe Lagares debe ser visto en el contexto de marear la perdiz al que nos tiene acostumbrados Rajoy, proponiendo medidas, algunas de ellas con más naftalina que acierto, que, como los pimientos de padrón, unas pican y otras non. Aun así, hay aspectos muy positivos en el informe de marras, como es sustituir impuestos directos y cotizaciones sociales por impuestos indirectos. Cabría también elogiar una eliminación de las deducciones y bonificaciones por casi todos los motivos en Renta y Sociedades, pues no solo distorsionan la recaudación sino que dirigen los comportamientos en una intromisión injustificada en la vida personal o empresarial que, como mínimo, altera el mercado. De ahí a proponer la eliminación de deducciones ganadas con efectos retroactivos, como en el caso de vivienda habitual, va el trecho que media entre un país serio con seguridad jurídica y una república bananera. Es muy keynesiana la obsesión por disminuir los impuestos directos en las rentas bajas. Si observamos la composición de las rentas declaradas observaremos que apenas hay un porcentaje marginal de contribuyentes en los tramos más elevados. Toda eliminación de tributación a las rentas bajas supone el sacrificio inmediato de una clase media que, al final, es a la que se le hace pagar todo. Así, en los últimos años se ha producido un trasvase de efectivos desde la clase media hacia abajo no solo por el aumento del desempleo en este colectivo y la ruina de muchos empresarios y autónomos, sino porque no interesa ser clase media ya que ganando algo menos el Estado te empieza a obsequiar con el gratis total. Demasiados incentivos para ser pobres acaban por conseguir un país de pobres y, por ende, economía sumergida creciente. Una drástica eliminación de la tributación directa en las rentas bajas puede sonar bien de cara a un aumento de la renta disponible de quienes poco más pueden hacer que consumirla, con el tirón de demanda que ello comporta, pero a la larga supone un incentivo que desaconseja ganar más según como se haga. Frente a esto, lo realmente valiente es un Impuesto sobre la Renta más plano, casi lineal, pero aquí es algo impensable porque se construye la justicia social basándose en la demagógica expresión de que quien más tiene más paga, cuando los realmente ricos acaban por no pagar casi nada y es la clase media, como se ha dicho, la verdadera víctima de la brillante idea. Con todo, bien está bajar los tipos y reducir los tramos, aunque la propuesta obviamente se queda corta (20 por ciento y 4 tramos). Subir el IVA sin reducir drásticamente cotizaciones sociales e IRPF sería una nueva estafa. La línea es correcta, pero las bajadas deben notarse en todos los tramos de renta. Por otra parte, intentar estabilizar la recaudación de las Comunidades Autónomas imponiendo unos mínimos en Sucesiones es premiar a quienes peor lo han hecho dándoles la razón en lo que no la tienen. Volvemos al socialismo doctrinal imperante en el que la herencia es denostada. Y lo mejor que se puede hacer con Transmisiones Patrimoniales es dejarlo como está y no andar haciendo cambalaches con el IBI en un ejercicio que puede resultar fiscalmente muy moderno pero que en la práctica es desvirtuar ambas figuras impositivas, arraigadas y bien comprendidas por el contribuyente. En suma, bajar impuestos directos con valentía y orientar la recaudación más hacia los impuestos indirectos es la mejor garantía de levantar el freno que la política fiscal le ha puesto a nuestra economía. Pero la cobardía fiscal es directamente proporcional a la valentía en el gasto.

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